ploren nuevos caminos para otras patologías. Ahora bien, hay que poner los pies en el suelo: “Es un avance brutal y disruptivo, pero no es la panacea”, recuerda Pedro Alsina. Porque la tecnolo-gía ARNm no vale para todo. En principio, debemos recordar que solo sirve cuando tienes como objetivo una proteína; si se trata de otra molécula, no es eficaz. Pero también se ha discutido mu-cho sobre su estabilidad y la dificultad para introducirlas en las células y que expresen el antígeno. “Son problemas que se han ido resolviendo”, aclara Jaime Pérez, que recuerda que, en un primer momento, las vacunas tenían que estar congeladas a muy baja temperatura y se debían utilizar en cuatro o cinco días. “Ahora mismo permanecen esta-bles mediante refrigeración normal durante 10 semanas, y hay investigaciones en camino para que no necesiten conservación en frío o puedan estar de forma permanente en la nevera, lo que facilitará su distribución”, asegura. Más allá de la temperatura, había dos grandes trabas para el desarrollo de estas vacunas: la primera era que, cuando te ino-culan un ARN extraño, el sistema inmunológico no lo recono-ce como propio, se defiende contra él y produce una respuesta muy potente para impedir que se replique y pueda producir las proteínas