Viernes. Cinco de la tarde. El director de sourcing de Diseños del Mar escribe un WhatsApp al consejero delegado. “¿Me puedes llamar? Es urgente”. A los cinco minutos, cuando sale de la que iba a ser la última reunión del día, el consejero delegado responde al mensaje. Al otro lado del teléfono, el director de sourcing le comunica que hace una hora se ha derrumbado su fábrica en el cinturón industrial de Ashulia (a las afueras de la capital de Bangladesh, Daca), cuya construcción financiaron junto a un socio local. Hay fallecidos y heridos, a la espera aún de información de las autoridades. La noticia corre como la pólvora en la prensa local e internacional y está empezando a llegar a España: un periódico la ha llevado ya a su portada. En la sala de al lado, el director financiero responde al teléfono y es un banco (con el que acaban de firmar un crédito verde) preguntando por el derrumbe. El consejero delegado convoca, de urgencia, una reunión con el equipo directivo. Al cabo de 30 minutos, todo el mundo está en la sala. Todos saben dónde sentarse. A la mesa, una figura que no aparece en todas las reuniones: el compliance officer lleva una hora evaluando riesgos y pensando en qué mecanismos deberían haberse activado. Por Cristina Sanchis y Pilar Riaño Abr/May/Jun 2024 49 Central