Habitar plenamente / sector “debemos entender habitar como una forma de cuidarnos, de cultivar nuestra propia casa instaurando hábitos desde el esfuerzo, que es la herramienta más poderosa que tenemos”. Nazareth Castellanos En GBCe entienden que la sostenibilidad tiene tres patas (la ambiental, la social y la económica), pero se die-ron cuenta de la poca comunicación que hay entre los profesionales de los sectores de la salud y de la construc-ción. “Cuando empezamos a reflexionar sobre estos as-pectos, hicimos un diagrama en cuyo centro situamos a las personas, que tenemos una forma de vivir y llevamos a cabo una serie de actividades. Entre las actividades es-tán las fisiológicas, equivalentes a la pata ambiental de la sostenibilidad, que son las ‘más fáciles’ de medir. Pero también está la actividad cognitiva, que equivale a nues-tra interpretación de la realidad, distinta para cada uno. Y luego está la actividad socioemocional. Nuestra salud no termina en la piel, sino que trasciende de nosotros y tiene mucho que ver con cómo nos relacionamos, cómo nos ven las personas y qué damos nosotros a nuestros semejantes. Si eso no está en equilibrio, tenemos pro-blemas de salud. Y ahí entran los cuidados. Cuando pa-samos esta piel, desde el punto de vista físico, entramos en los edificios, en nuestras casas, que serían nuestra se-gunda piel y que tienen mucho que ver en nuestra salud. Y luego está el entorno, los agentes exteriores, lo que ocurre fuera de nuestras casas, que es lo que vemos por las ventanas, por donde transitamos cuando salimos de casa. Con todo eso, nuestra intención era mejorar este entorno y empezar a entenderlo desde otros puntos de vista, y no solamente desde el punto de vista energético o de las estructuras constructivas. Necesitábamos com-prender cómo funciona el ser humano”, reflexiona Paula Rivas. Entornos equilibrados. Para hacer este estudio, en GBCe comenzaron por analizar las necesidades fisioló-gicas, “básicas para mantener la homeostasis, entre las que se incluyen el aire, el descanso, la comida, la bebida y la salud. La homeostasis es la forma que tiene nuestro cuerpo de equilibrarse. En cuanto alteramos algunas cosas, como por ejemplo la iluminación nocturna, alte-ramos nuestro sueño, nuestro sistema digestivo, nues-tro sistema nervioso… Ocurren un montón de cosas y de muchas de ellas no somos conscientes. Por eso, es importante mantener este equilibrio del entorno en el que nos encontramos”, señala Paula Rivas. En este mo-mento, en GBCe trabajan en un informe centrado en el ámbito cognitivo y socioemocional, con el que tratan de entender cómo influyen otros estímulos sensoriales (las proporciones del espacio donde nos encontramos, la altura, los colores, los materiales…) más allá de la ca-lidad del aire, acústica, lumínica y demás. “Cómo se dis-tribuye una vivienda, si puedes relacionarte a gusto con tus vecinos, es muy importante”, afirma Rivas. Además, el tiempo es otro factor que implica cambios en nues-tras necesidades y nuestra relación con el entorno. “Tus necesidades no son las mismas de día que de noche, no puedes tener un espacio igual para vivir que para dor-mir. Hay que adecuar la arquitectura, los espacios en los que habitamos, para este tipo de cambios. El factor tiempo también es el año. No es lo mismo la primavera que el verano, el otoño o el invierno: va cambiando la longitud del día, las temperaturas, los colores… Y el fac-tor tiempo es una vida. No tienen nada que ver nuestras necesidades de niños con las de adultos o ancianos, y debemos tener espacios que cuiden de las necesidades de estas etapas de la vida de una persona”. “Centrándonos en la parte fisiológica de nuestro com-portamiento, lo primero en lo que debemos pensar es en cómo respiramos, cuáles son nuestras necesidades y, a partir de ahí, qué tenemos que hacer con nuestro aire (que no tenga contaminantes, que esté limpio, que tenga una cantidad de humedad adecuada…), puesto que cada edificio va a tener unas necesidades diferentes. Hay que tener en cuenta que dormir es una necesidad fisiológica básica que estamos alterando por la sobreiluminación en nuestras viviendas y entornos urbanos, que afecta a la biodiversidad de las especies que habitan esos en-tornos; la acústica, los ruidos y la cantidad de estímulos que recibimos a lo largo del día”, expone Rivas, que no se olvida de la importancia del movimiento y la nutrición. “Nuestro organismo está pensado para movernos. El se-dentarismo es una de las causas más graves no solo de pérdida de salud, es pérdida de calidad de vida. Muchas veces el movimiento lo suplimos yendo al gimnasio a co-rrer en la cinta, pero eso no es moverse. Moverse es una cosa mucho más orgánica, más diversa, variada. Hay que bailar, jugar, hacer otro tipo de cosas. Y nuestros edifi-cios deben permitir eso. En cuanto a la nutrición, desde un punto de vista funcional, sí tiene que ver mucho con la arquitectura, puesto que es muy importante que las viviendas, oficinas, etc., dejen unos espacios adecuados para la cocina, para almacenar nuestros alimentos, para sentarnos a comer, y que ese acto sea relajado, sosega-do, para compartir con otras personas”, concluye. Accesibilidad y viviendas sanas. Por su parte, Carmen Fernández, de la Fundación ONCE, inició su exposición poniendo el foco en la diversidad de las personas. A par-tir del concepto de accesibilidad (“la condición que debe cumplir el medio para que pueda ser comprensible, uti-lizable, disponible y practicable por todas las personas de la forma más natural posible”), Fernández incidió en la accesibilidad cognitiva, la gran olvidada hasta el año 2022, cuando entró en vigor el texto refundido de la Ley General de derechos de las personas con discapacidad y de su inclusión social, de la que “ha pasado a formar parte y que, además, forma parte de la accesibilidad universal, junto a la accesibilidad física y la accesibilidad sensorial”. Para entender la accesibilidad cognitiva, primero hay que saber que la autonomía personal es “la capacidad que tienen las personas de poder decidir sobre su existencia y hacer lo que necesiten en su vida cotidiana sin necesidad de ayuda de terceras personas. Nadie concibe que, para salir de casa y bajar en ascensor, alguien tenga que pulsar el botón por él. Sin embargo, hay muchas personas que necesitan que alguien pulse el botón del ascensor para poder utilizarlo. Eso es autonomía personal. Y es curioso porque, a raíz de la pandemia en el ámbito de la accesibi-lidad, hay aspectos en los que se llevaban años de trabajo y que ahora se han convertido en prioritarios en aras de la seguridad y la salud, como la distancia de 1,50 m, que se había propuesto como el radio que necesita la persona usuaria de silla de ruedas para girar; o la separación en la que tú te encuentras cómodo deambulando por la ca-lle. Y lo mismo con la limpieza: nos hemos llenado de dis-positivos para limpiarnos las manos, somos mucho más cuidadosos y el tema de la limpieza y la protección per-sonal ha pasado a formar parte de nuestra vida”, señala Fernández. Accesibilidad cognitiva. Otro aspecto fundamental es la comunicación. “¿Quién no ha tenido una reunión por Teams o Zoom a raíz de la pandemia, algo que ya se ha instaurado? Antes, el teletrabajo, que para las personas con discapacidad era importante, no se concebía. Y en lo que más hemos conseguido ha sido en señalización. De repente, todos nuestros edificios, nuestras calles se han llenado de señales, de carteles, de bandas que nos dicen por donde tenemos que entrar y salir. Hemos visto que eso funciona, que nos da seguridad y nos gusta que esté así. En cambio, antes pensábamos que poner algo en nuestros edificios, que eran estéticamente bonitos, distorsionaba o rompía esa estética. Todas estas accio-nes, que pueden ser de seguridad y salud, realmente son también de accesibilidad”, afirma Carmen Fernández. “La accesibilidad cognitiva nos hace la vida más fácil a todas las personas. Si contamos con señales que nos dirigen, sentimos seguridad, nos sabemos independientes, y eso nos lleva a tener un bienestar. Y si, además, somos capa-ces de dar la información en diferentes formatos (idio-mas, braille, lengua de signos…), cada persona cogerá el mensaje según el sistema de comunicación que mejor le venga, y eso complementa a lo que es la accesibilidad”. Entre las herramientas que nos ofrece la accesibili-dad, Fernández las clasifica en tres grupos: los recursos de orientación (pictogramas, señalización de espacios, recursos way funding, medios humanos), los recursos tecnológicos (de ayuda en la realización de las tareas cotidianas) y los elementos de comunicación (lectura fácil, sistemas aumentativos y alternativos de comuni-cación, señalización, comunicación digital y medios hu-manos). Entre los recursos de orientación, Carmen Fernán-dez destaca aspectos como el color y los acabados, la iluminación, la acústica o el olor. “Es muy importante la estimulación mediante el uso del color para generar un interés visual y asociar los colores a determinados espa-cios. La iluminación es fundamental, es necesario jugar con el uso de la luz natural y, cuando no es posible, hay que decantarse siempre por iluminaciones indirectas con refuerzos en zonas puntuales, pero no hacer un uso excesivo porque genera un estado de ansiedad incons-ciente. Un espacio bien diseñado acústicamente afecta de forma positiva a la salud y al confort, ya que crea un lugar relajado y armonioso; por eso, es muy importante la elección de los materiales, la forma de los paramentos, qué ponemos en el suelo, en las paredes y evitar deslum-bramientos o reverberaciones que interfieren en tener una buena relación, una buena comunicación y concen-tración. También el olor, considerado como uno de los principales estresores ambientales, puede generar una ansiedad en la persona. Por eso, hay que ser muy cuida-doso con el uso de las fragancias, porque tenemos que conseguir espacios en los que te encuentres estimula-do, relajado y se genere una energía positiva, pero no un malestar”. Otro aspecto primordial es la proporción y la proxémica. “Dar las proporciones adecuadas a los espa-cios, que haya una buena relación entre el ancho, el lar-go, espacios amplios y no excesivamente condensados, hace que la forma de comprender un lugar sea mejor y nuestra forma de habitar en él sea mucho más placente-ra”. E igual que hay recursos de orientación, que nos ayu-dan a comprender mejor nuestro entorno y entablar una relación más saludable, en el otro extremo nos encon-tramos la contaminación visual, cuyo exceso de informa-ción “causa un importante deterioro de la salud y genera unos trastornos físicos y emocionales de los que no so-mos conscientes”, señala Fernández. “Tenemos un GPS cerebral y una capacidad de creación de mapas mentales para saber orientarnos en nuestro espacio. Hay perso-nas que, debido a su discapacidad cognitiva, solamente pueden aprenderse un camino. Lo memorizan, es el que hacen siempre, porque no son capaces de llegar a más, y necesitan usar hitos, referencias que en el fondo todos usamos, porque es más fácil de comprender. Cuando te-nemos algún tipo de distorsión en nuestras capacidades, nos falla la elaboración de esos mapas y se genera des-orientación. La accesibilidad cognitiva falla a la hora de buscar diversos itinerarios, y por eso tenemos que bus-car otras herramientas que completen la orientación. Y aquí es donde entra en juego la señalización, que debe ser informativa (que ofrezca datos del entorno), identificati-va (que confirme el sitio en el que estamos) y direccional (que nos pueda encaminar hasta el lugar al que queremos ir). Y, por supuesto, debe estar bien diseñada”. Accesibilidad y discapacidad. En cuanto a la asocia-ción entre accesibilidad y discapacidad, Carmen Fer-nández incidió en que la accesibilidad es una cuestión que “nos afecta a todos. La accesibilidad es fundamental para un 10% de la población que tiene una discapacidad física, sensorial o cognitiva reconocida por el Imserso. Pero es necesaria para un 40% de la población que, aun no teniendo una discapacidad reconocida, en determi-nados momentos, puede estar en situación de discapaci-dad por un accidente, un embarazo, la vejez…, con la que se aminoran nuestras capacidades físicas y sensoriales, pero que no está considerada como discapacidad. Para el 100% de la población, es confort: a todos nos resulta más fácil entrar por una puerta automática o utilizar la tecnología. Al final, la accesibilidad nos une a todos en la igualdad. Por eso, la accesibilidad es para todos”. ¿Cómo podemos conseguir espacios sanos para ha-bitar? La receta de Carmen Fernández tiene varios in-gredientes: “Descartar que la accesibilidad y el diseño están reñidos, porque van de la mano. Necesitamos formación, empatía, usar el sentido común y que nues-tro corazón enseñe a nuestro cerebro. Así tendremos viviendas sanas, ya que no se trata únicamente de vivir bajo un techo, sino que donde residamos sea un hogar saludable, y esto es lo que se consigue con la accesibi-lidad”. El cuerpo, el primer hogar. Nazareth Castellanos fue la encargada de explicar cómo nuestro cerebro, y por ex-tensión nuestro cuerpo, es sensible a todos los estímu-los del entorno. A partir de su experiencia investigadora, que empezó considerando al cerebro como un órgano aislado, poco a poco fue dándose cuenta de que otros organismos (como el intestino) influían en el neurodesa-rrollo. “António Damásio, la figura más importante de la neurociencia, ya reconoció que la consciencia se debía asentar en la homeostasis, que es el equilibrio de todo el cuerpo. Después de muchos años, se reconocía que el organismo entero esculpe al cerebro, que el cerebro no es independiente del resto de los órganos y debe escu-char a los órganos y al cuerpo entero para poder tomar aquella decisión o para poder elaborar la respuesta neu-ronal. Esto fue un gran cambio porque ya empezábamos a hablar de las paredes primero por fuera y de las habita-ciones por dentro”, explica Castellanos. “Cuando habla-mos de la influencia que tiene el intestino, la respiración, el corazón, la vida activa o sedentaria sobre el cerebro, estamos hablando de qué podemos hacer para procurar una mejor salud física y una mejor salud mental”, añade. Recordando a Ramón y Cajal, el descubridor de la ar-quitectura cerebral (“como estaban localizadas y organi-zadas las neuronas y su capacidad de recibir y emitir in-formación haciendo del cerebro uno de los órganos más sofisticados cuyo trabajo se basa en la cooperación de neuronas y áreas cerebrales”), Nazareth Castellanos co-menzó a explicar cómo se estructura este órgano (“nues-tro cerebro es una casa que tiene dos alas, son los dos hemisferios que están unidos a la mitad con un cuerpo calloso que los comunica. Son hemisferios homólogos, pero no del todo simétricos. A veces utilizamos un poco más uno, y otras, un poco más otro”) y cómo la postura que adopta nuestro cuerpo influye en él: “en la corteza, en la parte más consciente, hay una especie de diadema que es la corteza somatosensorial, que tiene en cuenta cómo está mi cuerpo por fuera (…) En esa corteza soma-tosensorial hay una región que capta la información de mi postura corporal y según sea esta, el cerebro actúa de una forma u otra. Por tanto, cuidar cómo está nuestra postura, dar cuenta de nuestro propio cuerpo, habitar nuestro propio cuerpo, es una forma de corregir aquella actividad neuronal que va a interpretar. Se ha visto que cuando tendemos a tener esas posturas encorvadas, el cerebro las interpreta como posturas de malestar. Aho-ra mismo estoy encorvada y el hipocampo (la parte del cerebro más involucrada en la memoria) está perdien-do capacidad hemodinámica. En menos de cinco segun-dos, ha perdido electricidad. Me incorporo y, a los cinco segundos, recupera su capacidad eléctrica. Por tanto, tengo más recursos neuronales dedicados a la memoria cuando estoy incorporada que cuando estoy encorvada. Lo mismo, pero mucho más acentuado, si estoy con el ceño fruncido. Solo con fruncir el ceño estoy aumentan-do la actividad de la amígdala, que es la parte del cerebro más involucrada en las emociones. Sonreír un poco (lo que en la Universidad de Cambridge llaman “pacificar el gesto”) calma esa estructura neuronal, que cuanto más activada esté, más propensos somos a estresarnos y a estar más nerviosos”. Interpretación cerebral. Y es que, en palabras de Na-zareth Castellanos, “somos la forma de nuestro cuerpo. El cerebro va a interpretar cómo está nuestro cuerpo, pero somos absolutamente ciegos a las sensaciones que suceden en nuestro cuerpo. La pregunta, ¿y por qué ser conscientes de ello? Porque se ha visto, y con esto nos re-montamos a Damásio, al marcador somático en los años ochenta, que cuanta más consciencia corporal tengamos sabremos discernir mejor una emoción de otra. Esto pa-rece fácil, pero nos confunde mucho, saber si estamos en una emoción o en otra. Si nosotros somos conscientes de las sensaciones de nuestro cuerpo, podemos anticiparnos a la emoción que se está preparando. En el cerebro, como en toda la biología, nada es instantáneo. Si me pongo ner-vioso o me estreso, no lo hago en cinco milisegundos, el cuerpo tarda segundos en preparar esa emoción. Cuan-do ya explota esa emoción, mi cuerpo antes ha tenido que prepararse. La preparación de esa emoción empieza a manifestarla a través de las sensaciones del cuerpo. Por eso, se dice que el cuerpo sabe lo que la mente aún no se ha dado cuenta”. Emociones y estrés. Jugando con el paralelismo del cuerpo con el primer espacio que habitamos, Castella-nos señala que “ser más consciente de nuestro propio cuerpo está muy relacionado con la salud mental. Aho-ra hay un concepto muy interesante, los activos-pasivos, que vamos tres horas a la semana a un gimnasio, pero el resto estamos sentados delante de un ordenador. Eso es algo que tiene que ir cambiando, y movernos a lo largo del día. El 60% de las neuronas están dedicadas al movi-miento. El estrés impide que mi cuerpo se mueva, pero, como dice Sapolsky sobre el estrés, hoy en día el estrés llega en forma de e-mail. Llega un e-mail, me estreso, pero no me puedo levantar porque tengo que hacer mil cosas, cuando lo que me pide el estrés es que me mue-va. Eso genera también una sobrealarma en el cuerpo: el cerebro pide movimiento, pero yo no me puedo levantar porque tengo mucho trabajo. Son cosas en las que, poco a poco, el ser conscientes de ello nos puede ayudar a ir definiendo mejores estilos de vida, mejores jornadas la-borales”. La amígdala, una estructura más involucrada en las emociones, se activa mucho cuando hay una emoción que es agresiva y se silencia cuando hay una emoción que es placentera. Un experimento realizado con dos grupos de personas a las que se les pidió pasear durante una hora (a uno por un parque y a otro por el centro de la ciudad) demostró que los que habían paseado por la ciu-dad tenían una emoción más agresiva y unas respuestas periféricas (respiración, conductancia de la piel, tensión estomacal, alteración intestinal, etc.) más acusadas. Esto demuestra la importancia de plantear más espacios ver-des en nuestras ciudades y la forma “en la que todo lo me rodea me influye tremendamente”, explica Castellanos. Así, la respiración (“la gran llave al cerebro, porque es el único sistema al que podemos acceder de forma cons-ciente”), el olfato (“contenedor de emociones”) y el cora-zón (“el órgano que más impacta sobre el cerebro”) influ-yen en nosotros, pero también en todo lo que sucede en el exterior que nos rodea. Para finalizar su intervención, Nazareth Castellanos quiso poner el énfasis en el concepto habitar, entendido “como forma de cuidarnos, de cultivo de nuestra propia casa. Yo estudio la relación del habitar con el hábito. Va-mos a instaurar hábitos en nosotros mismos, y eso solo lo podemos llevar a cabo a través de la herramienta más importante que tenemos, que es el esfuerzo. Cuando ha-cemos experimentos sobre cambio en el estilo de vida, algunas personas relatan que eso les estresa mucho. Va-mos a transformar esa visión, no son obligaciones, son formas de respeto, de cuidar. No hablemos de disciplina, hablemos de hábito. Para mí, el cuidar, el habitar y el há-bito están plenamente relacionados”. •