© Stephane De Sakutin/AFP via Getty Images Hay una generación de pasteleros parisinos que han alzado su oficio a un nivel legendario. // ENG There is a generation of Parisian pastry chefs who have taken their profession to legendary heights. SEGUIR LEYENDO READ MORE Izquierda, el chef Cedric Grolet, uno de los nombres esenciales de la nueva repostería parisina. A la derecha, sus dulces creaciones que parecen joyas. // On the left, chef Cedric Grolet, one of the essential names of the new Parisian pâtisserie. On the right, his sweet creations that look like jewels. En las novelas del escritor francés Marcel Proust, sus per-sonajes encontraban un “placer delicioso” en su rutina de mañana: mojar una deliciosa petite madeleine en un humean-do café recién hecho. Desde esta evocación literaria cogie-ron fama estos bizcochos franceses, pero también el conoci-do efecto magdalena de Proust, aquel que nuestra memoria evoca, a través de los sentidos, un momento pasado; como el sensorial acto de mojar un pastel en una taza de té. La pastelería en Francia es más que una industria valo-rada en 1.500 millones de euros; es un rito, un acervo cul-tural como el vino espumoso o el queso brie. En su capital París es, además, un atractivo costumbrista que ha conver-tido a sus protagonistas, los chefs, en personajes importan-tísimos que exportan su creatividad fuera las fronteras del país, de Londres a Abu Dabi. Algunos como Pierre Hermé, incluso, tienen su doble en el Musée Grévin, el museo de cera de París, y su nombre figura en el diccionario Larous-se. Las nuevas estrellas del rock parisino tienen sabor dulce. ENG In the novels by French writer, Marcel Proust, his cha-racters found ‘exquisite pleasure’ in their morning routine: dipping a delicious petite madeleine in a steaming cup of fres-hly made coffee. As a result of this literary evocation, not only did these famous French butter cakes become famous, but people also started referring to Proust’s madeleine effect: when we recall an event from the past through the sen-ses, like the sensory act of dipping a cake in a cup of tea. Pâtisserie in France is more than an industry worth €1,500 million. It is a rite, a cultural tradition like sparkling wine or Brie cheese. In the capital, Paris, it is also a costumbrist attrac-tion that has converted its protagonists, the chefs, into very important figures who export their creativity beyond the country’s borders, from London to Abu Dhabi. Some che-fs, like Pierre Hermé, even have their double in Musée Gré-vin, the wax museum in Paris, and his name appears in the Larousse Dictionary. The new Parisian rock stars taste sweet.