En el caso de La Muralla Roja, un recinto fortificado proyectado en un acantilado al borde del mar, jugaría con distintos volúmenes y niveles con plantas de cruz griega, en cuyas intersecciones se alzarían las torres de servicios. Inspirándose en la arquitectura popular mediterránea, una laberíntica red de escaleras, puentes y pasarelas, si-milar a una kasbah árabe, distribuía una serie de patios intercomunicados por los que se accedería a las vivien-das. Las terrazas de cubierta alojarían un solárium, una piscina y una sauna. Con influencias del estructuralismo de los cincuenta y el constructivismo de principios del siglo XX, el edificio pasaría a ser el perfecto ejemplo de arquitectura viva que experimentaba con módulos de construcción casi infinitos, escapando de fórmulas pre-visibles, populares y antiestéticas. La revolución del color. Ahora bien, el diseño estructu-ral de La Muralla Roja no era lo único revolucionario que encerraba la obra de Ricardo Bofill. Los colores elegidos edificios con historia / La Muralla Roja integración Al contrario de lo que ocurría en la época, Bofill soñaba con integrar sus edificios en el entorno donde se levantaban. Un deseo que dejaba traslucir la forma en la que el arquitecto se adelantaba a su tiempo.