CULTURA / Casas en los árboles Casas en los árboles En el País de Nunca Jamás, los Niños Perdidos –liderados por Peter Pan y su hada Campani-lla– nunca crecen y viven sin responsabilida-des ni reglas adultas, jugando y divirtiéndose siempre. Su hogar, una cabaña en lo alto de un árbol, llena de escaleras, trampillas y entradas secretas para evitar visitas indeseables, como la del Capitán Garfio… Para habitar una casa como la imaginada por J. M. Barrie en Peter Pan no es preciso volar hasta lo más alto del cielo y girar en la segunda estrella a la derecha hasta hallar Nunca Jamás, tal como recomendaba el escritor británico, sino tomar nota de las propuestas más contemporáneas que arquitectos y diseñadores sitúan en las copas de los bosques. Más que moda, una necesidad. No sabemos si es cierto aquello de que hubo un tiempo en el que una ardilla podía atravesar la península Ibérica saltando de rama en rama… Lo que sí podemos mantener es que cada vez resulta más frecuente que frondosos bosques y pequeñas zonas arbóreas incorporen a su paisaje habitáculos en sus árboles. Quizá no tanto como primera residencia, sino concebidos como aloja-mientos de uso vacacional donde desconectar del mundanal ruido y sentirnos, de nuevo, parte de la naturaleza. Porque dormir en una cabaña aupada en un roble o una secuoya se ha convertido en una posibilidad tan real como terapéutica. So-mos los lugares que habitamos y el entorno determina nuestra forma de ser, tal como sostiene la psicología ambiental, en la que los urbanitas desencantados buscamos una disculpa teó-rica para huir a la naturaleza en cuanto podemos, sin complejo de que nos consideren unos domingueros. La vuelta a los pai-sajes eco es una necesidad, ya que nuestro sistema nervioso echa de menos esa estimulación natural que nos ha dado la supervivencia como especie. El “verde que te quiero verde” lorquiano podría convertirse hoy en eslogan de esa llamada hacia el escenario que vio nacer a la humanidad y que cura cuerpo y mente. Los sistemas sanitarios de algunos países co-mienzan a prescribirlo en las consultas médicas. En Japón, por ejemplo, es habitual recetar Shinrin-Yoku (“baños de bosque”), porque se sabe que pasear entre árboles reduce la presión espacios relajantes A la izquierda, una de las Cabañinas do Bosque en Outes (La Coruña). Para quitarnos el estrés, lo mejor es subirse a los árboles. Bajo estas líneas, las redondeces de la Free Spirit Sphere y una propuesta japonesa de casa arbórea para tomar el té. © Akihisa Masuda / Taschen © tom chudleigh