EDIFICIOS CON HISTORIA / Hórreos de poderío económico y solo servía para guardar el maíz. “Para ese objeto, tiene el hórreo gallego una forma especial alargada, con muchas aberturas en las paredes laterales que le dan aspecto de una jaula”, observaba Frankowski. En cuanto a las formas, el investigador Ignacio Martínez Rodríguez estableció, en los años cincuenta del pasado siglo, una clasificación tipológica atendiendo a los materiales en los que estaba construido. Así, diferencia entre hórreos de materiales vegetales (distinguiendo los cabazos y cabacei-ros –elaborados con ramas o varas entretejidas y techo de paja– de los realizados en madera y techo de paja, pizarra o teja), hórreos de piedra, hórreos de ladrillo, hórreos de cemento y hórreos mixtos (de piedra y madera, de piedra y ladrillo, y de ladrillo y cemento). También resulta curiosa la elección del lugar para edificar. Cuenta González Pérez que “en las provincias de La Coruña, Lugo y Pontevedra, a no ser casos aislados de poca importancia, lo normal es que el granero esté situado junto a la vivienda, en un lugar bien ventilado y protegido de las lluvias. No así en la de Orense, en la que predominan las agrupaciones de varios –todos los de la aldea emplazados en un lugar de propiedad comunal, generalmente alrededor de la era–”. Las limpias habitaciones asturianas. Mientras que en Galicia el hórreo tiene una planta rectangular, en Asturias predomina la forma cuadrada, con cámara de madera y co-rredor. Una variante de esta construcción es la panera, de forma alargada, apoyada sobre seis y ocho pegollos y, en ocasiones, el interior está dividido en varias habitaciones. Según la comarca, el hórreo y la panera tendrán una deco-ración y una estructura, pudiendo responder a un estilo. Así, se habla de los estilos Villaviciosa (el más antiguo), Allande, Carreño o Beyusco. Durante su estancia asturiana, a Frankowski le llamó la atención que “algunas veces el hórreo sirve de vivienda, so-bre todo en verano”, destacando en concreto la visita que realizó a uno en los alrededores de Oviedo, “convertido en una habitación muy limpia y muy bien adornada”. La austeridad leonesa. El libro Hórreos leoneses (Ed. Fun-dación MonteLeón) es el fruto de años de estudio que los arquitectos Eloy Algorri y Enrique Luelmo han dedicado a este elemento tradicional de las montañas leonesas, que ha perdido su función original para devenir en un mero objeto decorativo. Algo más pequeño que sus vecinos de Galicia y Asturias, el hórreo leonés es, en palabras de Enrique Luelmo, “más austero”, con una cubierta a dos aguas de paja, teja o losa de pizarra, y un sistema de construcción con bastidor. Esta construcción consta de una cámara de madera sobre pegollos de roble o piedra, coronados por solaneras y carece de corredor exterior. Cantabria, País Vasco y Navarra. En estas tres comuni-dades, apenas si quedan en pie algunos pocos ejemplos de estas construcciones. En Cantabria, los arquitectos Javier González Riancho y Alfonso de la Lastra Villa han estudiado los hórreos cántabros, y ambos han concluido que diferían muy poco de los asturianos. En los hórreos vascos (o garaia), la cámara de madera está dividida en tres estancias y carece de corredor en la fachada, mientras que los escasos hórreos que se conservan en Nava-rra tienen planta rectangular y muros de mampostería sobre arcos o dinteles. Protección patrimonial. El pasado mes de diciembre tuvo lugar el I Encuentro Ibérico de hórreos, paneras y espiguei-ros, en el que participaron arquitectos, ingenieros, histo-riadores y etnógrafos del norte de España y Portugal, para promover una declaración conjunta con el objetivo de instar a las distintas administraciones a velar por su protección ante el riesgo de ver desaparecer este patrimonio, así como iniciar contactos con asociaciones e instituciones de Suiza, Rumanía y Japón para trabajar juntos en una candidatura de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Y es que se estima que quedan unos 70.000 hórreos en todo el mundo, memoria viva, aunque en desuso, de un pasado predominan-temente agrícola.