MUSAAT / profesión Los áridos constituyen entre el 70% y el 80% del volumen total del hormigón, siendo esenciales para determinar su resistencia, colaborando en evitar o disminuir las fisuracio-nes por retracción. En la fabricación de hormigones pueden emplearse áridos gruesos (grava) y áridos finos (arenas), según la norma UNE-EN 12620, rodados o procedentes de rocas machacadas, así como escorias siderúrgicas enfriadas por aire y, en general, cualquier otro tipo de árido cuya evi-dencia de buen comportamiento haya sido sancionado por la práctica y quede debidamente justificado. Los áridos de origen silíceo aportan buenas propiedades al hormigón. Los calizos duros (casi siempre de machaqueo) son buenos, pero algo menos duros y más alterables que los silíceos. Los áridos de origen eruptivo no son recomendables, de-bido a la caolinización de los feldespatos. Los más usados son los granitos, sienitas y gabros, siempre que se encuen-tren sanos. Las escorias siderúrgicas no han de contener silicatos inestables ni compuestos ferrosos, por lo que se ha de comprobar que son estables. En el caso de áridos reciclados, se seguirá lo establecido en el anejo nº 15 de la EHE-08. Las anomalías que pueden presentar los áridos, en la con-fección del hormigón, son principalmente: Figura 5: árido grueso rodado de río. Figura 6: áridos finos (arena de río). Figura 7: árido grueso de roca machacada.