POR TU SALUD El consumo excesivo de comida rápida no solo puede dar lugar a problemas como la obesidad o la diabetes, sino que también puede tener un impacto perjudicial en nuestro hígado. Según un estudio reciente, publicado en la revista científica Cli-nical Gastroenterology and Hepatology, el consumo excesivo de comida rápida está asociado con la enfermedad del hígado graso no alcohólico, (EHGNA), una afección potencialmente mortal. Según un estudio reciente, publicado en la revista científica Cli-nical Gastroenterology and Hepatology, el consumo excesivo de comida rápida está asociado con la enfermedad del hígado graso no alcohólico, (EHGNA), una afección potencialmente mortal. Se observa que las personas con obesidad o diabetes que con-sumen el 20% o más de sus calorías diarias en comida rápida presentan niveles significativamente elevados de acumulación de grasa en el hígado en comparación con quienes lo hacen en menor cantidad o no consumen comida rápida. Abusar de la comida rápida PUEDE CAUSAR TANTA CIRROSIS COMO EL ALCOHOL Dr. Víctor de Diego. Endocrinólogo de IMQ ¿Cómo se desarrolla? El hígado graso no alcohólico es consecuencia de un depósito excesivo de ácidos grasos en las células hepáticas (hepatocitos) que éstas son incapaces de metabolizar al completo y a día de hoy, ha adelantado incluso al alcohol y a las infecciones virales como la principal causa de enfermedad hepática en la sociedad española, tanto en adultos como en niños. Si bien son innumerables los factores que se han relacionado con el desarrollo de esta patología, se acepta que el más influyente es el denominado síndrome metabólico, una entidad clínica en la que confluyen la hiperglucemia, obesidad, hipertensión arterial y alteraciones en el metabolismo lipídico. El desarrollo de la resis-tencia a la insulina es el factor predisponente principal. El hígado graso generalmente no produce síntomas y el diagnós-tico de sospecha se basa en el hallazgo de una elevación de las transaminasas en analíticas de rutina o de forma causal en ecogra-fías realizadas por otro motivo. Se describen tres estadíos evolutivos en su patogenia: 1. Acumulación de gotas grasas en el interior de estas grasas, denominada esteatosis hepática. 2. Desarrollo de inflamación en el espacio existente entre las células como resultados del mal funcionamiento de las células hepáti-cas, acúmulo de grasa y liberación de factores proinflamatorios, denominada esteatohepatitis; 3. Fibrosis y pérdida de masa celular secundarias a la inflamación de grandes áreas del hígado, denominada cirrosis (que con-lleva riesgo de cáncer de hígado). La primera fase es reversible con modificaciones en los hábitos de vida y control de factores metabólicos, y si estos cambios son lo suficientemente intensos (p. ej., pérdida de >10% del peso cor-poral en caso de asociarse con obesidad), también pueden mejo-rar algunos casos en fase 2. El estadío 3 es irreversible. El hígado graso, en definitiva, se considera una enfermedad de ori-gen metabólico, y está íntimamente ligada a otras enfermedades de alta prevalencia en la población española (diabetes, hipertri-gliceridemia, obesidad). La EHGNA duplica el riesgo de tener una enfermedad cardiovascular (isquemia de miocardio, ictus o arterio-patía periférica), en comparación con la población general. El tra-tamiento de todas estas enfermedades es común, esto es, la modi-ficación de los hábitos dietéticos y el rechazo del sedentarismo. Ingredientes insalubres Cuando hablamos de comida rápida de forma peyorativa, es decir, como ejemplo de alimentación no saludable, lo hacemos por tres motivos: 1. Porque contienen una densidad calórica elevada (lo cual no tiene por qué ser un punto desfavorable). 2. Porque son deficitarias en ciertos micronutrientes y vitaminas, de tal manera que una dieta basada en estos productos no aporta las cantidades diarias recomendadas (CDR) de todos los nutrientes, y 3. Su alta composición en alimentos descritos como insalubres. Dentro de estos últimos, destacan: Alto contenido en sal, utilizado como potenciador de sabor y por sus cualidades conservantes, pero que en exceso puede favorecer el desarrollo de hipertensión arterial o ser desenca-denante de un evento de insuficiencia cardiaca. Hidratos de carbono refinados y con un índice glucémico. Se trata de azúcares de rápida digestión y absorción, favoreciendo de esta manera un pico de la glucemia posprandial (azúcar en sangre después de las comidas), principal estímulo para la secreción de la insulina por el páncreas. Este hiperinsulinismo es uno de los principales factores para el desarrollo del hígado graso antes mencionado. Grasas «trans» o hidrogenadas, generadas de forma industrial con objetivo estabilizante y conservante, ya que de esta manera se consigue dar una forma sólida a los aceites vegetales. Se ha demostrado que estas grasas aumentan los niveles de colesterol malo (LDLc), reducen los de colesterol bueno (HDLc) y favorecen un estado proinflamatorio. Asimismo, alimentos precocinados excesivamente grasos no son completamente digeridos por las secreciones biliares, pancreáticas e intestinales, generando dis-tensión intestinal, dolor y diarrea. Polioles (p. ej., sorbitol) y fructosa, utilizados como edulcoran-tes. Estos se digieren a nivel intestinal, pero si la comida ha sido rica en estos productos la capacidad de digestión de las células intestinales se ve superada y dejan de ser digeridos, siendo un sustrato alimentario de la flora intestinal. En exceso, el sorbi-tol y fructosa son metabolizados por las bacterias intestinales, generando un síndrome intestinal molesto denominado intole-rancia a fructosa/sorbitol. ¿Hay opción saludable? Lo que hace a una comida rápida peligrosa para la salud es la falta de ciertos micronutrientes y elementos. Si llegamos a casa y no tenemos nada preparado para comer, un plato ideal debería incluir una fuente de fibra y otra de proteína, los dos principa-les macroelementos que faltan en la mayoría de los precocinados. Una fruta de postre o una ración de conserva de atún al natural pudieran ser dos buenas opciones. Asimismo, resulta importante tratar de evitar apoyarnos en exceso en el consumo de hidratos de carbono y salsas en esta comida. El Hummus como fuente de pro-teína vegetal o el gazpacho como fuente de vitaminas podrían ser dos excelentes alternativas (lo ideal sería acompañar este gazpa-cho con un huevo cocido u otra fuente de proteína). ¿Por qué resulta tan adictiva? 1. Se trata de comidas de rápida elaboración, que consumen poco de nuestro tiempo en su elaboración. Además, el uso de sabo-rizantes, colorantes y potenciadores del sabor hacen que estas comidas se asemejen al producto natural que se quiere emular, siendo muchas veces incluso más apetitoso. 2. Existe una gran red de comercios alimentarios que ofrecen una amplia gama de productos de tipo precocinado o comida rápida, mejorando la disponibilidad de este tipo de productos alimentarios. 3. Muchos de los compuestos de estos productos (azúcar, poten-ciadores) estimulan la producción de dopamina y endorfinas que generan un estado de placer y reducen el estado de ansie-dad. «El azúcar es tan adictivo como la cocaína», es la conclu-sión a la que llegaron un grupo de investigadores franceses en 2007 cuando dieron a elegir cocaína o agua con azúcar a un grupo de ratas, y más del 80% de éstas se decantaron por el azúcar a pesar de estar recibiendo un estímulo doloroso (Serge Ahmed, Bordeaux, 2007). ¿Cómo podemos compensar? Lo primero sería comprender que las comidas rápidas no están prohibidas, que el desequilibrio nutricional viene dado cuando éstas se convierten en una costumbre. Hay que identificarlas como una transgresión y evitar que se repitan en exceso para que no se conviertan en un rasgo más del hábito dietético. No es recomendable pensar que se necesita una purga posterior para redimirse o compensar esta comida. Saltarse una comida principal, aumentar la ingesta de líquidos o realizar ejercicio con fines exclusivamente compensatorios convierten a la susodicha comida en el eje de nuestros hábitos, en una situación patoló-gica y motor de inicio frecuente de muchos casos de trastorno de la conducta alimentaria (especialmente bulimia nerviosa). Dicho esto, de buscar una compensación, lo ideal sería una restricción leve del aporte total de alimentos de la siguiente comida princi-pal, sin olvidarnos que tiene que estar equilibrada en todos los macronutrientes (es decir, reducir las cantidades, pero sin elimi-nar alimentos). Con una actitud preventiva, debemos adelantarnos a la necesi-dad de preparar o pedir comida rápida. Para ello debemos dedicar parte de nuestro preciado tiempo, realizando compra periódica de producto fresco y organizando/cocinando con antelación el menú diario para no tener que cocinar con precipitación o utilizar productos precocinados. ¿Cómo afecta a los niños? En las últimas décadas, los cambios en los hábitos alimentarios de los niños, con una tendencia hacia el consumo de alimentos calóri-cos de rápida elaboración y actividades sedentarias, está incremen-tando de forma drástica el desarrollo de enfermedades metabóli-cas en la infancia (obesidad, diabetes o hígado graso, entre otras). El efecto dopaminérgico de alcance de bienestar/placer logrado con esta comida rápida también ocurre en los niños, en quienes el cerebro se encuentra en desarrollo, lo que desgraciadamente conlleva la hipertrofia de estas vías nerviosas. Se están generando generaciones adictas al azúcar, grasa y comida rápida en general. La educación alimentaria comienza en los hogares y por ello resulta imprescindible que toda la familia se conciencie del pro-blema. Los centros educativos son el segundo pilar, a través de la educación en clase y las campañas publicitarias de alimentación. El tercer pilar son los medios de comunicación y la publicidad, y en este punto probablemente todavía haya mucho camino que sembrar, a tenor de la tormenta de anuncios de productos proce-sados, hipercalóricos y pobremente nutritivos que todos los días nos bombardea. Otras medidas El tema de la comida rápida es complejo, y es que aun sabiendo de los efectos negativos que supone para nuestra salud, su con-sumo está en aumento continuo. En esta lucha hay varias opcio-nes: 3 Bajar los impuestos a la comida saludable. Es una medida apta, mejorando el acceso a productos de primera calidad y nutricionalmente ricos. 3 Subir los impuestos a la comida rápida, como ya se ha hecho en algunos países a las bebidas alcohólicas o azucaradas. 3 Campañas de educación nutricional, por ejemplo, educando a la población a leer correctamente el etiquetado nutricional y talleres de cocina. 3 Cursos de educación alimentaria en los colegios, como por ejemplo que los niños aprendan a cocinar desde pequeños y enseñar a que disfruten mientras lo hacen. Enseñar que coci-nar no es un tiempo perdido, y muy gratificante.