Texto rosa alvares Foto ROBERTO MAROTO POLO Marc Clotet 41 años/ “Debemos utilizar nuestra voz para hacer un planeta más justo” Su vida transcurre entre “sus dos ciudades”, Barcelona y Madrid, casi vecinas gracias al Ave. A Marc Clotet (Barcelona, 1980), el final del verano le pilla en un ir y venir de trenes. Nada nuevo bajo el sol. “Utilizo el tren prácticamente cada semana”, dice el actor. “Me encanta poder disfrutar del viaje, ir mirando por la ven-tana, leer, contestar mails o estudiar guiones”. Los últimos meses han sido frenéticos por su trabajo como intérprete y por su labor solidaria a través de el movimiento #Yomecorono para ayudar a los investigadores a crear vacunas y tratamientos para pacientes con covid-19 persistente. Una iniciativa que emprendió en 2020, junto a su mujer (la actriz Natalia Sánchez), que ocupará gran parte de su tiempo en los próximos meses, junto a sus proyectos profesionales como el estreno de la película de Judith Colell, 15 horas, donde Clotet borda el papel de maltratador. Mantiene una relación muy estrecha con su padre, el doctor Bonaventura Clotet, autoridad mundial en la investigación de enfermedades infecciosas e inmunita-rias. Juntos se enfrentan a la covid-19. Mi padre se hizo cargo del primer caso de sida en España y, a raíz de la pandemia, todo su equipo volcó esfuerzos en apli-car todos sus conocimientos sobre el sistema inmunitario para estudiar vacunas, tratamientos con medicamentos existentes, crear la primera unidad para gente con covid-19 persistente… Esta pandemia ha servido para dar valor a toda esta profesión que no consideramos como debemos, ni por los sueldos, ni por la dificultad, ni por las circunstancias personales a las que se enfrentan. Como sociedad, deberíamos cuidarles, darles recur-sos para que puedan trabajar y sentirse recompensados. En pleno confinamiento pusieron en marcha #Yomecorono, una campaña solidaria que ha logrado más de dos millones de euros. Cuando se declaró el primer Estado de Alarma, vi lo preocupa-do que estaba mi padre anticipando la desgracia que vendría y la falta de recursos para hacer todo lo que su equipo y él tenían en mente. Le dije a mi mujer, Natalia, que por entonces esta-ba embarazadísima, que debíamos crear algo para que la gente pudiera aportar dinero, por poco que fuera, y que esa ayuda fuera al cien por cien para avanzar. Ella dijo: “Yomecorono”. En 24 horas se convirtió en realidad. Se ha convertido en un éxito, pero queda mucho por hacer. ¿Cree que los personajes públicos deben tener un com-promiso social? Si tu mensaje puede llegar más lejos porque la gente sigue tu trabajo, hay que hacerlo. Tendríamos que ser conscientes del altavoz que tenemos y utilizarlo para hacer un planeta más justo. Y más si tienes hijos, que sientes que tu misión es dejar este mundo un poco mejor para que lo puedan seguir disfru-tando. En la vida no hacen falta grandes cambios, si todos fué-ramos modificando pequeñas decisiones, haríamos del mundo un lugar mejor. Su nuevo trabajo, 15 horas, también es una película necesaria, una sacudida a las conciencias, en la que interpreta a un maltratador. No es un tipo de papel que me propongan, ni por aspecto físi-co, ni por cara amable. Me parecía un reto interesantísimo, también para evidenciar que el maltrato no ocurre solo en las clases bajas, o que los que lo infligen lo llevan en el rostro. Tenemos que querernos lo suficiente para poder identificar esas conductas y en caso de encontrarlas en nosotros, saber huir de ellas. Tenemos que pensar como sanar como sociedad, ver qué hacer para acabar con este problema, porque las cifras son dantescas. Pero usted es un hombre inquieto, ¿qué otros planes llenan su agenda en la nueva temporada? Además del estreno de la película Caribe todo incluido, (junto a Hiba Abouk y Cristina Castaño), tengo pendiente Il Divino (Netflix), que rodé en Italia y donde interpreto a Josep Guardiola. Hay varios proyectos interesantes que espero que pronto tengan luz verde. Y con mi hermana, Aina, hemos creado una produc-tora para desarrollar nuestros propios trabajos. Me hace mucha ilusión capitanear el rumbo del barco y contar lo que nos apetez-ca. Porque cuando uno entra en los cuarenta años, lo importante es que todas las etapas del viaje que emprendas las disfrutes.