+de 200 KM/H Susana Soto: © Oskar Moreno. Xavier Curto © Asier Pagoaga Gutiérrez. San Sebastián creció protegida por el mar a derecha e izquierda, y eso marca su carácter. Seguir leyendo Ander González, responsable del Astelena, restaurante que basa su cocina en la calidad y la mínima manipulación del producto. Susana Soto, directora del museo San Telmo, que acoge la exposición que recorre la creación de Hondalea, la escultura de Cristina Iglesias. Xavier Curto, portavoz de Surfrider, la ONG formada por surfistas que trabaja por la calidad del agua y el medio ambiente marinos. San Sebastián hoy son sus 180.000 habitantes, tres hermosas playas, un ensanche romántico, los urbanos barrios de Gros y Eguía, los parques de Cristina-Enea o Aiete, los jardines de Alderdi Eder y el Palacio de Miramar... Pero no siempre ha vivi-do mirando a la costa la pacífica y bella Easo, como se llamaba en época romana, pues en un principio se limitaba a un cuadra-do de calles en lo que es ahora la parte vieja. Los tiempos cambian y, desde hace más de un siglo, Donostia lanza un homenaje constante a su vecino más pre-ciado: el agua. El último ejemplo es Hondalea, la pacífica ins-talación de la reconocida escultora Cristina Iglesias en el faro de la isla de Santa Clara. Una pieza excavada en bronce en el interior de la Casa del Faro que habla de geología, ecología y bravura de las aguas. “Este es un proyecto que se conecta con la defensa de la naturaleza, y de los mares y sus costas. Un espacio de reflexión donde el agua fluye con un ritmo inspira-do en los cambios de las mareas y la fuerza de las olas en las cavidades marinas”, explica la artista. La instalación escultóri-ca, inaugurada este pasado verano, recrea los estratos geológi-cos de los acantilados, sobre los que el agua recrea el ritmo de las mareas para transportar al visitante a las profundidades del tiempo. Hondalea significa en euskera “abismo en el mar” o “fondo del mar”, un término contradictorio para aludir a una obra que se encuentra en un faro, fuente de luz. Su proceso de creación se puede conocer, además, en una exposición en el museo San Telmo. La obra de Cristina Iglesias habla también de la comu-nicación y el diálogo que siempre ha existido entre San Sebastián y el Cantábrico, como barrera protectora natural. “Desde su origen, la villa nació en un abrigo defensivo natu-ral, porque estaba protegida por el monte Urgull a su espalda y el mar a izquierda y derecha. Sólo necesitaba un lienzo de muralla, el que mira al Sur”, comenta Susana Soto, directora del Museo de San Telmo, el más antiguo del País Vasco. El legado de Serafín Baroja y el Aquarium Desde Hondalea, un barco lleva al visitante de regreso al puerto. Allí se encontrará con los arrantzales, los pescadores que proveen de género a los restaurantes de la ciudad. El euskera, la lengua vasca, está presente en la vida diaria de la ciudad, alternado en tabernas o en los elegantes comercios del centro romántico. “Podemos decir que San Sebastián es la capital urbana del euskera”, comenta el escritor donostia-rra Ramón Saizarbitoria, uno de los clásicos modernos en lengua vasca. Frente a la creencia de que el euskera es una lengua rural, ligada al carlismo, Saizarbitoria reivindica la labor impulsora de los liberales de finales del XIX, entre ellos Serafín Baroja, tío del escritor, “que combinaban el uso de la lengua vasca con el castellano, y fomentaban el teatro e incluso la ópera en euskera”. Serafín Baroja, hombre inquieto y algo juerguista, no pasó a la posteridad por sus obras literarias sino por llamar al fron-tón jai alai (fiesta alegre), término por el que es conocido en América, sobre todo en Miami. Y por denominar a los jardi-nes de La Concha Alderdi Eder (lugar hermoso). La euskal-dunidad de San Sebastián impregna todo: calles, parques y playas, aunque la etimología de su monte emblemático, el Urgull tenga origen gascón, pues gascones fueron los prime-ros habitantes de la ciudad. Después de recorrer el puerto, el recorrido hídrico arrastra también al Aquarium, al que se accede por el Museo de Ciencias Naturales, que alberga un impresionante esqueleto de ballena de 1835. El acuario es la propuesta más lúdica de este complejo museístico que tiene su origen en la Sociedad Oceanográfica de San Sebastián, fundada en 1908, lo que da una idea de la vin-culación de la ciudad con el mar. Cuenta con 31 piscinas con centenares de animales marinos de todos los mares. Entre todas ellas se destaca el Oceanario, un tanque de más de 1.500.000 litros de agua, con más de 40 especies de peces. Este acuario está atravesado por un túnel 360º que permite unas vistas espec-taculares desde el interior, que da la sensación de que el visitan-te se encuentra en el fondo del mar. Las primeras anchoas del mercado Cuando se bordea el monte Urgull por el paseo nuevo, de nuevo con espectaculares vistas al Cantábrico, se llega de nuevo a la parte vieja, donde aparece el Astelena 1997, uno de los restaurantes de referencia, que reivindica el producto kilómetro cero (y del mar). El chef de Astelena 1997 (Euskal Herria Kalea, 3), Ander González, es otro de esos cocineros que ha saltado a la televisión, con el popular programa A bocados de ETB. “Mi restaurante está a 20 metros del merca-do de La Brecha. Somos un restaurante de producto, sabe-mos cuando ha entrado anchoa, el primer bonito, tenemos acceso al mejor pescado. Tenemos la suerte de que tenemos el mar y la huerta cerca. En mi restaurante tengo kokotxas al pil-pil, merluza en salsa verde, cosas supertradicionales que están porque tienen que estar, porque son de aquí, como la bandera de la Real Sociedad”, aclara con humor. Los jinetes solidarios de las olas Un paseo por la San Sebastián marina puede terminar en Sagüés, en el barrio de Gros, disfrutando del esplén-dido atardecer frente a la playa de la Zurriola, en una de las terrazas del extremo oriental de la ciudad, bajo el mon-te Ulía, en compañía de los últimos surfistas. Entre ellos, Xavier Curto, responsable de Surfrider, ONG integrada por amantes de este deporte que vela por la calidad del agua marina. “Llevamos 30 años, desde que se fundó en Biarritz, concienciando contra la contaminación en el mar: 50 gru-pos de voluntarios en toda Europa, con 2000 personas par-ticipando de un modo u otro”, explica. Su último proyecto, un monitoreo de la calidad de las aguas a través de una ban-da que llevan los surfistas en la pierna que revelará la con-taminación a la que están expuestos durante horas. Los herederos de los arrantzales reflejan el cambio que en la relación con el mar vive San Sebastián: los jinetes de las olas son los salvadores de un ecosistema en peligro por el cambio climático y el impacto medioambiental de la globalización.