Planeta Singular Tocando el cielo Seguir leyendo Seguir leyendo Seguir leyendo En la cuna de la democracia occidental, en la Grecia de mitos y leyendas, las cimas de los pináculos rocosos de Meteora albergan los singulares “Monasterios suspendidos del cielo” (significado de Meteora en griego), hoy Patrimonio de la Humanidad y lugar de peregrinaje de los cristianos ortodoxos. Texto: Julio Fernández / Fotos: iStock Más información Página oficial Patrimonio de la Humanidad (Unesco) E n la llanura de Tesalia (Grecia) se alzan unos puntiagudos pináculos rocosos con cimas de hasta 600 metros de altura sobre los que se asienta, desafiando la física, una red de monas-terios ortodoxos creados entre los siglos XIV y XVII. Ubicados en las conocidas como las montañas de Meteora, sus siluetas rasgan el cielo de esta parte del norte de Grecia, la cuna de la democracia occi-dental, tierra de mitos y leyendas. Algunos tienen su escenario en Meteora. Uno de ellos es el mito de Dafne, una ninfa de los árboles acosada por Apolo, hijo de Zeus, que cayó perdidamente enamorado de ella por efecto de la flecha de oro con que Eros castigó su inagotable arrogancia (los dioses griegos no estaban libres de las pasiones humanas, lo que les hacía muy caprichosos). Herido de amor pero no correspondido, Apolo persiguió incansablemente a la joven Dafne, a la que su padre, el dios-río Peneo de Tesalia, convirtió en árbol para protegerla del acoso. Meteora también ha sido el escenario de las le-gendarias disputas entre titanes y dioses. Tan-ta testosterona mitológica acabó en una batalla –nunca mejor dicho– titánica, a la que Zeus puso fin lanzando desde el Olimpo enormes ‘estacas’ en forma de rocas alargadas con las que formaron unas jaulas de piedras infranqueables para los ti-tanes. Esos mismos penachos de arenisca son los pilares sobre los que se han asentado a lo largo de varios siglos hasta 24 monasterios, de los que solo se conservan seis: Gran Meteoron (s. XIV), Nikolaos Anapafsas (s. XIV), Santísima Trinidad (s. XV), San Esteban (s. XV), Roussanau (s. XVI) y Varlaam (s.X-VII). Todos ellos, habitados por cerca de 60 religio-sos que hacen también de guías, se pueden visitar. Fortalezas naturales Aunque pudiera parecer que su construcción de al-tura responde al deseo de estar más cerca de Dios, que también desde el punto de vista místico dado el carácter eremita de los monjes que los habitan, lo cierto es que se construyeron en estos pináculos rocosos para protegerse de las acometidas de los turcos a partir del siglo XIV, fecha en la que se em-pezó a edificar esta red de monasterios, Patrimonio de la Humanidad desde 1988, que forma una ruta de 14 kilómetros, hoy lugar de peregrinaje de los cristianos ortodoxos griegos. En la actualidad el acceso a los monasterios se realiza a través de escaleras, excepto el de San Es-teban, que se comunica al exterior mediante un puente, pero en el pasado los monjes se valían de cuerdas para abastecerse de alimentos y enseres. Toda una gesta diaria que endurecía los cuerpos de los monjes entregados a la vida espiritual en estas singulares moradas “suspendidas en el cielo”.