El paisaje y el arte se retroalimentan en una inago-table espiral de creatividad en el Centro de Arte y Naturaleza (CDAN). Situado a las afueras de Hues-ca y rodeado de viñedos, fue impulsado por el pin-tor José Beulas al donar a la ciudad un centenar de obras de su legado. El edificio, proyectado por Ra-fael Moneo, se inspira en los Mallos de Riglos, unas singulares formaciones geológicas situadas a pocos kilómetros. Esta interpretación del paisaje local en clave contemporánea se materializa en un delicado juego de curvas y rectas de hormigón ocre, emu-lando la tierra que lo acoge. El espacio, coronado por un poético lucernario en forma de nube, dialo-ga con la naturaleza circundante y alberga en su in-terior una colección de arte que incluye –junto a la obra de Beulas– piezas de Dalí, Miró, Francis Bacon, Picasso, Antonio Saura, García Paredes y Juan Gris. +de 200 KM/H centro de arte y naturaleza (CDAN) Arte contemporáneo entre viñedos y rocas fabulosas Poco más de una hora separa los glaciares de los pá-ramos, el vuelo de los buitres del aullido de los lobos y las cumbres nevadas de Ordesa de la estepa de los Monegros. Las estampas del desierto californiano en-cuentran su viva réplica en este yermo que se extien-de hacia el valle del Ebro, donde la naturaleza más agreste se sacude el polvo con las ventiscas del Cier-zo. En la cima de una loma, la instalación de land art Árboles como Arqueología (en la foto), de Fernan-do Casás, propone una reflexión acerca de la rustici-dad del territorio. Ocho grandes monolitos de grani-to acompañan a dos olivos centenarios que habitan este paisaje presuntamente inhóspito desde hace si-glos. Al atardecer, el cielo se tiñe de rosa dando lugar a un instante mágico. Es la sensibilidad de un arte que se funde con el paisaje más crudo. ‘ÁRBOLES COMO ARQUEOLOGÍA’ Hacia rutas salvajes y atardeceres mágicos 1 / 2 PLANES ALREDEDOR... Recorrer a caballo o en bici los barrancos de Jubierre. Alojarse en el excéntrico Hotel Cueva Tardienta, con zona para el avistamiento de ovnis. O dejarse llevar por los latidos hipnóticos de la electrónica en el festival Monegros Desert, que este verano celebrará su 29ª edición. ‘Árboles como Arqueología’, de Fernando Casás © Álvaro Calvo/Redferns via Sonna Festival. Veranos abrasadores, inviernos gélidos, una lluvia casi inexistente y las rachas frías y secas del Cierzo dan al pai-saje de los Monegros un carácter único en el mundo. Y también a los vinos que allí se producen. Los con-trastes se perciben en cada sorbo de un pro-ducto que transmite la identidad de “una tierra seca y cuartea-da, inundada con aro-mas a tomillo y rome-ro”, dice Fernando Mir (en la foto), artífice de la bodega El Vino del Desierto. Mir es la ter-cera generación de una familia dedicada al cultivo de la vid que ha decidido apostar por el medio rural re-cuperando el proyecto de sus antepasados. Una iniciativa de eno-turismo que permite a quien visita la zona “tocar la tierra, sentir la energía de nuestras cepas y beberse nues-tros Monegros”, dice Mir. 2 / 2 PLANES ALREDEDOR... Tan de aquí como los mallos y los viñedos, la trenza de Almudévar es un dulce que hay que probar sí o sí. Hecha con hojaldre y frutos secos, tiene tanta solera como la catedral, la muralla musulmana o el parque de Miguel Servet. Todo un reclamo local. Viñedos © Vinos del Desierto. VINOS DEL DESIERTO El ADN de los Monegros en una botella