París 2024 / internacional que luego no se usen y cumpliendo, de paso, un com-promiso: reducir la huella de carbono de París 2024 a la mitad de la registrada en anteriores ediciones olímpicas. Una de las nuevas construcciones concebidas espe-cíficamente para estos Juegos de París 2024 (y la única, por cierto, ubicada en el centro de la ciudad) es el Porte de la Chapelle Arena. Diseñado siguiendo criterios de ecodiseño, para imaginar esta instalación de 26.000 me-tros los estudios de arquitectura SCAU (responsable, de la remodelación, en 2014, del Vélodrome de Marsella, otra de las sedes de estos juegos) y NP2F utilizaron ma-teriales reciclados de origen biológico (principalmente madera) y bajos en emisiones de carbono. Además, la energía utilizada es cien por cien renovable y, gracias a los diferentes equipos de nueva generación que se em-plean, el consumo energético es tres veces menor que el ocasionado por un estadio habitual. Pero no solo eso. También el techo del estadio apela al cuidado medioambiental y a la conexión con la natu-raleza, ya que cuenta con una superficie de vegetación de 1.700 metros cuadrados. Un recinto que, tras la cita de este verano, y transformado en dos gimnasios, servirá como punta de lanza para la construcción de un nuevo (y sostenible) distrito residencial en el nordeste de la capital francesa: ZAC (Zone d’Aménagement Concerté o Zona de Desarrollo Concertado) Gare des Mines Fi-llettes, que dará prioridad a los espacios verdes y a una oferta de ocio y comercio locales. “Más con menos”. Aunque la nueva construcción estrella de París 2024 es el Centro Acuático Olímpico (CAO), en Saint-Denis, en la periferia de la capital francesa. Un edificio con una estructura a base de madera que firman dos arquitectas –Cécilia Gross, de la firma VenhoevenCS, radicada en Ámsterdam, y Laure Mériaud, de Ateliers 2/3/4/, en París–, quienes, desde el momento en el que recibieron el encargo, tuvieron bien claro su objetivo: “Crear más con menos: menos volumen, menos materiales, menos energía, más conexión, más inspiración para hacer ejercicio, más naturaleza, más flexibilidad, más belleza”. La belleza del recinto se despliega desde su techo de madera laminada; sobre todo, por la forma cóncava del mismo, que recuerda a las olas del agua. Aunque ese encanto también encierra un sentido práctico: minimizar el espacio para las tribunas, que cuentan con asientos realizados con 8,5 toneladas de residuos plásticos reci-clados, y así reducir la cantidad de aire necesaria para acondicionarlo. Además, detrás existen no pocas prác-ticas de construcción responsable: paneles solares que cubren el 20% de toda la producción eléctrica necesaria, hormigón ecológico para reducir la huella de carbono o vidrio de alto rendimiento en ventanas para permitir la entrada de luz natural y, de paso, mantener el aisla-miento térmico. También el CAO se concibe como el prólogo per-fecto del futuro barrio ecológico de La Plaine Saulnier, que, a partir de ahora, se unirá a la Plaine Saint-Denis (donde se encuentra el Stade de France) a través de una nueva pasarela peatonal y ciclista, una estructura metálica de 18 metros de ancho y con doble viga de acero, que transcurre por encima de los 13 carriles de la autopista A1 y de la Avenue du Président-Wilson. Precisamente el Stade de France será uno de los centros neurálgicos del verano parisino, ya que aco-gerá las pruebas olímpicas y paralímpicas de atletismo. Con un techo en forma de elipse (que recuerda, según unos, al anillo de Saturno o, dicen otros, a la aureola de Saint-Denis), es el recinto deportivo más grande de Francia. Fueron los arquitectos Michael Macaray, Ay-merich Zublena, Michel Regembal y Claude Costantin quienes lo diseñaron para albergar el Mundial de Fútbol de 1998, y quienes decidieron dotarlo de una cubierta de acero de 13.000 toneladas de peso (casi el doble del que tiene la mismísima Torre Eiffel) sujetas por finas columnas que consiguen darle un aspecto de platillo volante. Una construcción que en París “compite” con otro de los grandes estadios franceses, el Parque de los Prín-cipes, levantado en 1972 en el Distrito 16 por Roger Taillibert (arquitecto responsable también del Estadio Olímpico de Montreal), o con La Défense Arena, un po-lideportivo cubierto cuyo diseño –una estructura for-mada por 592 escamas de vidrio y aluminio que logran difundir la luz natural– concluyó en 2017 el arquitecto Christian de Portzamparc. Recintos a los que se suman el estadio nantés La Beaujoire, de Berdje Agopyan, inspi-rado en la naturaleza –donde, dice, “nada es recto, todo es curvo”– o el Parc Olympique Lyonnais, del estudio de arquitectura Populous, cuyo techo recuerda a “los bosques locales”, y que dejarán huella en la historia del deporte olímpico. Todos estos coliseos no lo van a tener nada fácil, ya que entre sus “rivales” destacan algunos escenarios icónicos de la Ciudad de la Luz, que este ve-rano ofrecerá su mejor versión dejando que diferentes competiciones deportivas se desarrollen en la Place de la Concorde, el Grand Palais, los jardines de Versalles o la mismísima Torre Eiffel. • hasta 1949, la arquitectura formó parte de las disciplinas olímpicas no deportivas