transporte Pero no siempre fue así. Ante los primeros ensayos del ferrocarril, algunos escépticos predijeron que la rápida sucesión de imágenes por la ventanilla provocaría ceguera. Remontemos los raíles de la memoria. Los primeros trenes euro-peos aparecen en el segundo tercio del XIX y casi todo lo cambian: la comunicación, la industria, la organización territorial, la interpretación del presente y la visión del futuro. “Las mayores inversiones actuales, las grandes redes de telecomunicaciones, las opciones de políticas públicas, las decisiones de localización, la cooperación intraeuropea, la compe-tencia entre gigantes empresariales, la coherencia de los sistemas téc-nicos, en fin, todo lo que es crucial hoy en Europa sucedió antes con la construcción de la red ferroviaria continental”, apunta Albert Carreras, profesor de la Universitat Pompeu Fabra. Con un contagio global, otras regiones del planeta también lo hicieron suyo. primera estación Gran Bretaña innova en el XVIII la primera locomotora de vapor para sustituir los carros tirados por caballerías en las minas. El ejemplo bri-tánico cunde. Se suceden mejoras tecnológicas en la tracción, en la ingeniería con el dominio del hierro y el acero, en proyectos cada vez más precisos y complejos como los primeros túne-les de larga distancia, casi una profanación de la naturaleza para los nostálgicos del mundo preindustrial. El ferrocarril eleva la curva de desarro-llo material y humano a una escala sin prece-dentes. Entonces como hoy, demuestra que la comunicación fluida de productos, servicios e ferrocarril y progreso (con su familia de metros y tranvías) fueron términos idénticos En octubre de 1848 se estrena la primera línea de ferrocarril en la península: Barcelona - Mataró. En su viaje inaugural transportó a unas 400 personas.