y la era espacial, que empezó a inundar –con plástico, acero, llamativos letreros, neones de color y diseños lo-cos– cafeterías, moteles y gasolineras en todo Estados Unidos. Para confirmarlo, ahí está el proyecto realizado en 1960 por el arquitecto chino-americano Gin Wong: la Union 76 Gas Station, en Beverly Hills, un icono del mo-dernismo Mid-Century. La estructura se concibió para el aeropuerto de Los Ángeles, pero cuando cambiaron los planes de las terminales, se adaptó para convertirse en una “humilde” y futurista estación de servicio con una espectacular marquesina curvada decorada con azulejos cuadrados rojos, cuya forma recuerda más la estela de luces que deja un avión al despegar que un lugar para llenar el depósito. De ruta en ruta. No muy lejos de allí, el suizo Albert Frey (padre del estilo arquitectónico que se conoció como “modernismo del desierto”) y el californiano Robson C. Chambers trasladaron su concepto de arquitectura fu-turista a la Tramway Gas Station, en Palm Springs. Cons-truido con paneles de acero galvanizado que descansan sobre vigas de acero, su enorme techo en forma de ala garantiza un refugio de sombra en pleno desierto, mientras que sus paredes de piedra logran confundirse con las colinas que aparecen al fondo. Su función como estación de servicio finalizó en los años noventa, aun-que poco después se transformó en una galería de arte para, hoy en día, convertirse en Centro de Visitantes de Palm Springs. También en los años sesenta, aunque ya a miles de kilómetros de allí, un arquitecto barcelonés decidió lle-var la arquitectura modernista a la que por entonces era una de las principales arterias de un incipiente tu-rismo en España: la nacional 332, que recorría la costa mediterránea. Su nombre Juan de Haro Piñar y el lugar Oliva (Valencia). La estación de servicio El Rebollet se inauguró el 8 de septiembre de 1962 y, gracias a esas cinco “setas” de hormigón de ocho metros de diámetro y diferentes alturas que cubren los surtidores, además de otra estructura formada por seis paraboloides hiperbóli-cos, se convirtió en uno de los edificios de arquitectura moderna más importantes de España. Producción en serie. Pronto, muy pronto –como ya avanzaron los directivos de Texaco– los proyectos de-jaron de concebirse de manera individual, y grandes ar-quitectos tuvieron entonces mucho que decir. En 1969, la petrolera Total recurrió a Jean Prouvé, “el padre de las casas prefabricadas”, quien decidió probar nuevos materiales, como plástico y aluminio, para las estaciones de servicio que ideó. El resultado es un original polígono con 13 caras (13 paneles de poliéster y vidrio), ligero y prefabricado, que podía moverse en función del tráfico y que pronto inundó las carreteras francesas. La mayo-ría fueron destruidas, aunque algunas han conseguido conservarse como patrimonio del siglo XX. “He querido hacer una pieza de escultura que fuera limpia, elegante, simbólica, que protegiera además de la lluvia, que tuviera una presencia emblemática y que también fuera modular, para que pueda ser adaptable a cualquier necesidad”. De esta forma, en 1998, presen-taba Norman Foster su proyecto para la renovación de las gasolineras de Repsol. Unas estructuras realizadas en acero galvanizado, concebidas como “una serie de paraguas superpuestos que protegen la explanada de la estación”. En la presentación, Foster se preguntaba: “¿Puede ser una estación de servicio un sitio agradable, variado y menos anónimo?”. Con su trabajo, muchos ar-quitectos (Moneo Brock, Philippe Samyn, Eliot Noyes, Jürgen Mayer…) han confirmado que sí. Nada mejor que escuchar, por ejemplo, al artista estadounidense Edward Ruscha, precursor del pop, quien aseguraba: “Las gasoli-neras me dieron mi primera y emocionante introducción al mundo de la arquitectura”. • Gasolineras / cultura Además de su función, algunas estaciones de servicio representan iconos culturales y puntos de referencia del entorno urbano