+merece un viaje_PERPIñáN L La historia ha reservado a Perpiñán muchas páginas que rubricar. Crónicas pasadas que, pese a la barrera de los Pirineos, han con-formado relatos más cercanos, como la que la condujo, por ejem-plo, a ser fugaz capital continental del Reino de Mallorca y a no tener reparo alguno en ser conocida como La Catalana. O cróni-cas que situaban a la capital del Roselló como cobijo de españoles exiliados, además de otros muchos compatriotas que lograron aquí burlar la censura (y no solo para ver El último tango en París). Por eso, ciertos argumentos son más que habituales, como el que ase-gura: “Para los franceses los de Perpiñán somos muy españoles, y para los españoles, muy franceses”. Aunque esta tierra ha sabido desenvolverse siempre entre paí-ses, identidades, sentimientos... y también entre pulsiones artís-ticas. Aquí, coinciden callejuelas medievales propias de un barrio judío (Saint-Jacques), castillos de un tardío románico (Palacio de los Reyes de Mallorca), símbolos de arquitectura militar (Le Castillet), construcciones góticas (La Loge de Mer), sufi-cientes guiños a la contemporaneidad (como el que desplegó Jean Nouvel en el Théâtre de l’Archipel (Av. Maréchal Leclerc)... y un increíble patrimonio arquitectónico donde poder entender por dónde caminaban las vanguardias arquitectónicas a finales del XIX y, sobre todo, a principios del XX. Un acervo que, hasta hace ape-nas diez años, era, por cierto, poco valorado. Diálogo con la arquitectura del siglo XX “En Perpiñán desconocíamos este patrimonio. De hecho, cuan-do empecé a fotografiar estos edificios, salían muchas señoras de las ventanas de sus casas para preguntar qué estaba hacien-do”. Lo afirma el arquitecto Philippe Latger, quien en 2014 creó la Asociación Perpignan Art Déco, que ya ha catalogado hasta 1.000 direcciones que confirman “la gran riqueza de la arquitectu-ra del siglo XX”. Barrios enteros –con “viviendas de trabajadores en las que el granito es ‘el viejo héroe”– y emblemáticos edificios ais-lados, donde confluyen muestras de corrientes, como modernismo, art déco o regionalismo. “Había muchos arquitectos para una ciu-dad tan pequeña como Perpiñán”, prosigue Latger, aludiendo a un danés, Viggo Dorph-Petersen, el arquitecto de referencia de la bur-guesía del Rosselló, quien formó aquí a Raoul Castan (arquitecto de la Maison Rouge), Eugène Montès (Cinéma Le Castillet), Alfred Joffre (Lycée François-Arago) o Férid Muchir (Maison Maury). Entre el mar y la montaña “Arquitectónicamente la ciudad es testimonio de la dualidad cul-tural” –asegura Jean-Charles Nieto, director del Hotel Kyriad Prestige Perpignan Centre del Mon (35 Bd Saint-Assiscle), cuyo nombre recuerda que, en su cercana estación, el pintor Dalí situó el Centro del Mundo. Este es un territorio donde apenas 50 kilómetros separan el macizo del Canigou, en los Pirineos, y el mar Mediterráneo. Y esto se nota gastronómicamente: “Nos da lo que necesitamos y ofrece la posibilidad de ser creativo hasta el infinito”, comenta el chef Frédéric Marchand, quien dirige junto a su hermana Corinne el restaurante Le 17 (1 Rue Cité Bartissol). Productos como la pata-ta Béa du Roussillon, el albaricoque rojo, la alcachofa o la anchoa de Collioure, entre muchos, muchos otros, que se suman a un increíble catálogo de vinos con denominaciones de origen contro-ladas, como Côtes du Roussillon, Lesquerdes, Rivesaltes, Maury... Es normal que los hermanos Marchand aseguren armar aquí una cocina “con los pies en el suelo, siendo conscientes de nuestra tra-dición agrícola”. También de tradiciones locales, y de un savoir faire de 200 años, habla el joyero Maxime Creuzet-Romeu, quien tiene su estu-dio en un edificio del siglo XV próximo a la Catedral (9 Rue Font Froide). Desde allí pone en valor el Grenat de Perpignan, una joya emblemática de los Pirineos Orientales, un granate que “brilla como el escudo de los catalanes”, dice. Trabaja para firmas parisi-nas, como Van Cleef & Arpels o Boucheron, pero prefiere hacerlo desde “una región diversa, con montaña, playa y muchos paisajes” antes que en la Place Vendôme: “París me dio la excelencia, pero aquí puedo hacer realmente lo que quiero”. Galeries Lafayette y Les Halles Vaubann, ambos edificios a la derecha del Canal la Basse.