+de 200 KM/H entre montañas) y también levantaron fábricas de hierro y acero o ubicaron astilleros. Pero la descontrolada industrialización tiñó a Bilbao de gris. La ría fue un torrente, pero de contaminación, y los bilbaínos decidieron darle la espalda... hasta que, a fines del pasa-do siglo, decretaron recuperar su alma. Junto en uno de los muelles de esa gran vía fluvial –el de Marzana–, en el año 2000 abrió su estudio el artista Ignacio Goitia. “Buscaba un espacio grande, con buena luz y lo más barato posible, y encontré una antigua chatarrería”, recuerda. La zona era un lugar en plena decadencia, pero hoy reivindica su papel como barrio artístico. “Ahora hay un nuevo público con ganas de crear cosas nuevas y enriquecer la vida cultural de la ciudad”, describe el pintor y diseñador. Se refiere a emprendedores que “han transformado antiguos locales vacíos en bares y espacios interesantes con encanto y sin pretensión”, como es el caso de El Laterío (Arechaga, 3), Blanco y Negro (San Francisco, 10), Dando la Brasa (Arechaga, 7), Happy River (Muelle de la Merced, 4) o la terraza del Bar Marzana (Marzana, 16). Todos ellos coinciden en este particu-lar Soho con gente del mundo del arte como Eugenia Grifero, de Aldama Fabre Gallery (Plaza de los Tres Pilares, 7), o la reco-nocida diseñadora de moda Miriam Ocariz, que decidió volver a sus orígenes, las Bellas Artes, y montar allí su taller (Arechaga, 9), donde estampa tejidos con dibujos propios. Una galería en un almacén de papelería Aunque si se trata de hablar de arte, y hacerlo en Bilbao, resul-ta obligatorio recordar una fecha: 18 de octubre de 1997. Aquel día marcó un antes y después en la ciudad. Todo ello gracias a un museo, que se instaló en una curva de, como no podía ser de otro modo, la ría y que estaba llamado a convertirse en el nuevo símbo-lo de la capital. “El Guggenheim permitió mostrarnos al mundo. Logró poner a Bilbao en el mapa”. Lo afirma Ignacio Mugica, pro-pietario, junto a Pedro Carreras, de la galería CarrerasMugica (Heros, 2), dúo que, hace diez años, decidió trasladar su actividad a muy pocos metros del sinuoso museo, a un antiguo almacén de papelería. “Hoy en día, Bilbao ofrece muchas opciones para quien le interese el arte contemporáneo”, y destaca, por un lado, la proyección de nuevas generaciones de artistas (Jon Mikel Euba, Asier Mendizábal…) que “recogen la herencia de Jorge de Oteiza y Eduardo Chillida”. Pero también está la labor (léase, compromiso) institucional que, por ejemplo, provocará que “lo que va a suceder en el Museo de Bellas Artes” (Museo Plaza, 2) sea “tremendo”, en referencia al proyecto de remodelación de Norman Foster, pre-visto para 2024. No es Nueva York, es Bilbao “La regeneración de la ría ha venido de la mano del arte. Antes, el entorno del Guggenheim parecía el País de Nunca Jamás, pero ahora es la zona más atractiva”. Lo constata Alexandra Wicke, por-tavoz de la familia propietaria del Gran Hotel Domine Bilbao (Alameda de Mazarredo, 61) y el Hotel Miró (Alameda de Mazarredo, 77). Dos establecimientos –el primero de ellos levanta-do en lo que fue la imprenta del abuelo de Alexandra; el segundo, en una antigua maternidad– que se inauguraron en 2002, cinco años después de la apertura de ese Guggenheim que es “nuestra razón de ser”, reconoce Wicke. “Decidimos invertir en una zona que pedía a gritos más hoteles. Sin el museo, no habríamos desa-rrollado esta actividad”. Fueron pasando los años y la zona se empezó a conocer como Bilbao Art District, debido a un aluvión de galerías de arte que remi-te al neoyorquino barrio de Tribeca. A ellas se suman otros espa-cios que invitan a perderse en dichas coordenadas, como la librería Boulandier (Juan de Ajuriaguerra, 52), Cokooncafé (Iparraguirre, 5), la floristería Ruiz de Ocenda (Heros, 18), o, bajo recomenda-ción de Wicke, el espacio que el artista Ion Sobera (Alameda de Mazarredo, 81) abrió hace 13 años entre el Guggenheim y el Museo del Bellas Artes, donde vende sus propios diseños, además de “obje-tos únicos” que rescata de subastas online. Una isla para el arte “La ría es nuestra idiosincrasia”, apunta Sobera. Una esencia que acoge modernas infraestructuras y largos paseos en sus márgenes, y que ahora también alcanza a Zorrotzaurre, antigua península transformada en isla, donde ya se perfila el Bilbao del futuro. De momento, su pasado (su patrimonio) industrial es la excusa per-fecta para definir propuestas culturales más alternativas, como las de La Terminal (Pintor Ignacio Zuloaga, 3), antigua fábrica de estampaciones y calderería que acoge múltiples disciplinas artís-ticas, o el Espacio Open (Ribera de Deusto, 70), centro cultural ubicado en la antigua fábrica de Galletas Artiach. “Zorrotzaurre se ha convertido en la zona alternativa y bohemia que hacía falta a la ciudad de Bilbao”. Así lo considera la diseña-dora de moda Leire Rodríguez, quien, en junio de 2022, presentó su Trabajo de Fin de Grado, con formato de performance, en el Espacio 600 (Pintor Ignacio Zuloaga, 4). En esta isla –donde se respira un “ambiente totalmente artístico y donde conviven crea-dores de todo tipo”– Leire decidió montar también su tienda-taller. “Cada vez los creadores de Bilbao tienen más visibilidad”, refrenda la diseñadora, confirmando que, para entender la creatividad y el talento de esta ciudad, resulta imprescindible estar bien atento a todo lo que sucede en los márgenes de la ría del Nervión. La cucaña marítima, (izq.) junto a la Iglesia de San Antón, es una de las tradiciones que los bilbaínos han recuperado con la revitalización de la ría. Otra opción: recorrerla en kayak. La joven diseñadora de moda Leire González decidió sumarse al ambiente bohemio y alternativo que ahora respira Zorrotzaurre y abrió allí su taller-tienda.