Aguardos de salida y a la recogida de la mancha El mejor compañero VER VÍDEO «Se puede aguardar tanto a la salida del monte como de recogida, con lo que las dificultades aumentan, pero el resultado llena más, dado que se practican con una pureza y unos conocimientos exquisitos» El mejor compañero A la persona que cultive las esperas le será de suma utilidad como ayudante un perro de ras-tro, un sabueso de Baviera o el teckel, mis ra-zas preferidas. Eso sí, que derrochen afición y maneras, tiren a la voz de búsqueda la nariz al suelo y se entreguen en cuerpo y alma a cobrar las piezas heridas, haciéndote partícipe de sus logros, lo cual no es fácil de conseguir. Puestos a elegir, me inclino por el teckel, pero siendo consciente de que para su educación tendríamos que dedicarle tantas horas encima que, caso de no salir un experto, sería claramente superado por el sabueso. Así era mi Cartucho, el mejor teckel –pelo fino– siguien-do rastros que hayan visto mis ojos y del que no pasa un solo día sin que lo extrañe, lo que no quita que en un es-tado de soledad aún siga derramando alguna lágrima por él, a pesar de los años que se fue de mi lado. Una cosa sí tengo clara: fuimos compañeros inseparables; prueba de ello, es la comunión que existía entre ambos. Enrique Valdenebro júnior, junto a su hermano Gonzalo, con el trofeo abatido por el primero. Aguardos de salida y a la recogida de la mancha Independiente de los comederos, se puede aguardar tanto a la salida del monte como de recogida, con lo que las dificultades au-mentan, pero digamos que el resultado llena más, dado que se practican con una pureza y unos conocimientos exquisitos, nada del facilón comedero cebado con maíz al pie de una charca. Siempre repasando los portillos y alambradas en los perfiles de las umbrías y solanas en busca de nuevos rastros con los que armarse de paciencia, bien sea de salida al lubricán de la tarde o de regreso al encame con la alborada. Aun siendo más atrayentes y seguras las salidas no hemos de perder la vista lo que tienen de especial las recogidas, dado que estos animales, en ocasiones, se entretienen, bien porque se hayan alejado en sus desplazamientos –según qué época suelen ser más largos–, bien por toparse con alguna hembra en celo o bien porque hayan sufrido algún contratiempo inesperado que les haya entretenido, de manera que se les haya venido el día en lo alto, con lo que le habremos ganado una vez más la batalla, gracias a que fuimos madrugadores y enormemente cautelosos a la hora de deambular de noche por esas sierras de Dios, sin despeñarnos, hasta dar con la postura. En cualesquie-ra de sus manifestaciones, quede claro que la caza es la cruenta del animal y hay que abatirla tal y como nos la brinda el campo. Una imagen para el recuerdo: el jabalí abatido por el autor la pasada temporada.