Caza por daños Atardeceres tórridos ambientados por el monó-tono canto de las chicharras previo al ocaso y la levantá de hordas de mosquitos, sobre todo si hay agua o algún cultivo de riego cerca. Hace unos meses empezaron a llegar los permi-sos de esperas por daños y esto fomentó deba-te entre un grupo de amigos bastante variopinto: hay recechistas, esperistas, monteros, de menor, arqueros, etcétera, hay cazadores muy técnicos, también de los tradicionales que tampoco le bus-can tres patas al gato, y se generó un debate inte-resante a cuenta de la caza por daños. Vale tam-bién el debate para los descastes de conejo. Toda la polémica nace por los abultados precios que se manejan tanto para el descaste de conejo como para las esperas de jabalí, que se acercan a los precios de los precintos de corzo de hace una década en algunas zonas. Y la polémica sal-taba en torno a que algunos afirmaban que ellos, pagando por el derecho a cazar en espera, espe-raban a la aparición de un buen macho buscando la posibilidad de trofeo. La postura de otros era que, dada la situación de emergencia cinegética en algunas zonas por la superpoblación de jabalí, lo correcto era quitar hembras y ejemplares jó-venes nada más localizarlos, buscando ahuyen-tarlos de la zona que sufre los daños y, de paso, reducir números de la población. Y es que todo cazador amante de aguardos sabe que primero se mueven las piaras para, después, dar paso a grupos de machos y hembras jóvenes, para, finalmente, salir los machos grandes, normal-mente solitarios, y una vez recelado y barruntado hasta estar tranquilos, dar sus rondas en busca de «picotear» grano y darse una buena revolcada en agua o mejor barro. «Si los permisos son por daños y/o por emergencia cinegética, lo suyo es actuar de forma responsable con el campo, con la autorización de caza y con el agricultor»