D Dani de la Torre (Monforte de Lemos, 47 años) define su nueva película Live is Life, en cines desde el 3 de junio, como “atípica” dentro de su breve, pero intensa y exitosa carrera. Ni el tono, ni la historia tienen nada que ver con la tensión con la que el cineasta se estrenó en El desconocido (2015) y que ha perfeccionado en las dos temporadas de la serie de Movistar Plus+ La Unidad. Pero el director gallego habla con mucho cariño de una película que hizo desde el corazón y la morriña. Un filme que rodó por su madre, por su infancia y que entona un “hasta luego” a su tierriña entre Monforte y Santiago, donde ha pasado toda una vida. Dani de la Torre, director de Live is Life, contemplando el Cabo do Mundo desde la terraza de Adegas Moure. Seguir leyendo Cuando De la Torre estaba leyendo el guion escrito por Albert Espinosa (Pulseras rojas, Planta 4ª), su madre, enfer-ma, le animó. “Hazla, que te va a venir bien”, le dijo, borrán-dole enseguida el miedo a dirigir una historia de aventuras y más sentimental. Ella murió poco después y él se lanzó, no sin antes pedirle al guionista que le dejara trasladarla a su tierra: ese rincón, recuncho, de la Galicia interior, entre Lugo y Ourense, entre los cañones de los ríos Sil y Miño que se conoce históricamente como Ribeira Sacra y que hoy está más cerca, a solo dos horas y cuarto en Alta Velocidad desde Madrid. “Había pensado siempre en rodar una pelí-cula por aquí, pero no encontraba la historia adecuada”, nos dice mientras abandonamos Monforte de Lemos, su ciu-dad y capital de la región, y pasamos por delante del que fue su colegio, una obra de arte herreriano bautizada como “El pequeño Escorial”. Dani de la Torre es nuestro guía por la Ribeira Sacra. Vamos siguiendo una ruta que ya realizó él por partida doble, buscando las localizaciones de Live is Life y ya durante el rodaje que tuvo lugar entre agosto y octubre de 2020. Ese final de verano y principio de otoño que, asegura, es la mejor época para visitar la zona. Las viñas que caen ladera abajo en socalcos o bancales hasta casi bañarse en el Sil o el Miño están en su máximo esplendor. La luz es la más cálida. Una luz de amanecer y de ocaso, como necesitaba la historia de los cinco amigos protagonistas, todos actores noveles, “en ese último verano de su infancia, quizá el primero de su edad adulta”. Un verano que tiene algo de los veranos de De la Torre: “Las tardes a tu bola en la bici, bañarte en los pilones, que no piscinas, y en el río...”, recuerda, mientras ante noso-tros se abre la vegetación de múltiples verdes en las laderas del cañón del Sil. Heroísmo en tierra sagrada El origen del nombre de Ribeira Sacra está en discusión. Unos creen que Ribeira hace referencia a la rivera del río y Sacra, a la gran cantidad de monasterios e iglesias románi-cas que se acumulan en esas pendientes. Otros creen que Ribeira viene de rovoyra, por los robles que también pueblan sus bosques. En cualquier caso, nombre y apellido se entien-den nada más asomarse a cualquiera de los miradores natu-rales en lo alto de sus lomas: Souto Chao, Pena do Castelo, Cabezoás, Balcón de Madrid… O en los que comparten orgullosas algunas de las bodegas de esta tierra famosa por sus caldos nuevos y viñas viejas. Es el caso de las Bodegas Regina Viarum, por ejemplo. Primera parada para conocer la viticultura heroica que cada vez atrae más visitantes, llamada así porque las viñas deben estar a un desnivel del 30%, a una altitud superior a 500 metros y solo se pueden recolectar a mano. Héroes. Días de vino y robles Nuestro director y guía nos lleva después a Adegas Moure, otra bodega familiar, que tiene una de las vistas más envidia-das y, además, se utiliza en Live is Life para esa subida final en busca de una supuesta flor milagrosa: el Cabo do Mundo, la foto más perseguida de Ribeira Sacra. Desde aquí enten-demos, con calma, escuchando solo pájaros, “la simbiosis con el paisaje conmovedor” de la que nos habla Paloma, cuarta generación regente de la bodega. No quieres irte. Dani, que se encuentra en la vorágine de preproducción de la tercera temporada de La Unidad, parece por fin respirar tranquilo. “Este lugar me cura”, dice. Y a quién no. Emprendemos después el camino ladera abajo, hasta lle-gar a la única zona de baño oficial de la zona: Playa Fluvial de A Cova. En ese punto también rodaron con los cinco jóvenes protagonistas cuando tiran sus bicis al río y lo cruzan huyen-do de sus enemigos. Cerca de allí está el embarcadero priva-do de Martín, nuestro guía por el agua, que, con su catama-rán de motor eléctrico, también fue su anfitrión durante el rodaje y es dueño de la bodega Ecosacra. Recoger sosteniblemente lo que la tierra regala La vista de la Ribeira desde abajo es aún más indescriptible que desde arriba. El efecto espejo de esta agua embalsada, paralizada, dobla el impacto visual de verdor. Una belleza sal-picada por bodegas de guarda, pequeñas casetas de piedra o las aldeas que han ido rehabilitando inversores privados en los últimos años, como Finca Míllara, convertida en la pelí-cula en “el pueblo de Rodri”, según nos cuenta Dani. En el catamarán y después de un breve paseo monte arriba, llega-mos hasta Fervenza de Augacaída, otra localización importan-te del filme, un secreto natural muy fotogénico. Un final de viaje que tiene mucho de épico, heroico, sagrado y curativo. Los adjetivos de esta tierra enraizada en el pasado para con-servarse en un futuro sostenible. El sol se esconde ya detrás de los cañones. El Sil está en paz. Un Mencía, un queso de Chantada. Es la esencia de Ribeira Sacra que sus paisanos luchan por respetar, mientras la enseñan con generosidad.