Entrevista Oriol Altisench

¿Cómo valora su colectivo el estado de las infraestructuras en nuestro país?

Es evidente que en Cataluña tenemos un déficit de infraestructuras. Pero a mí me gusta verlo desde una visión más cualitativa que cuantitativa porque al final los recursos son escasos y deben equilibrarse en el territorio. Cataluña tiene un peso del 19% en el PIB español; por tanto, le toca un 19% de las inversiones. Pues depende de las inversiones. Solemos hablar de las infraestructuras de transporte: puertos, aeropuertos, carreteras, ferrocarriles… Pero no nos fijamos tanto en otros tipos de infraestructuras tan necesarias como las anteriores, como por ejemplo las infraestructuras del agua, de la gestión de residuos… Respecto al déficit de interconexión de las redes de agua potable, por ejemplo, me gusta hacer un símil con el tema de la energía. El sistema energético es un sistema interconectado y es impensable que una zona tenga un abastecimiento energético adecuado por el mero hecho de que tenga viento o saltos de agua y otra parte del territorio, como no tiene esos recursos, no se pudiera abastecer. Una cuestión fundamental en las infraestructuras es la interconexión de redes, para asegurar la cantidad y también la calidad, por ejemplo, del agua. Por otro lado, hay infraestructuras que ya sabemos construir y gestionar como las estaciones de regeneración de agua potable, como la ERA del Prat de Llobregat. Son infraestructuras que podemos poner en marcha porque ya tenemos el conocimiento y el talento para desarrollarlas, ya sea con capital público o privado.

¿Como puede mejorarse la eficiencia de las infraestructuras?

Los recursos hídricos son limitados y la eficiencia en su gestión es la clave para el futuro, ya que tendremos una presión en las ciudades que irá creciendo. La emergencia climática plantea aumentar esta eficiencia, y para ganar la batalla de la eficiencia debemos hacer más con menos, consumir menos recursos y reutilizar el agua, cosa que ya sabemos hacer. La depuración de las aguas residuales es un proceso que de manera natural los ríos ya hacen. Los humanos lo complicamos porque nos concentramos en ciudades y necesitamos acelerar estos procesos de manera artificial en depuradoras de aguas residuales y estaciones potabilizadoras. Ahora, incluso, sabemos dar un paso más porque el agua que usamos somos capaces de regenerarla y devolverla al sistema. Ya se hace en usos agrícolas e industriales, pero estoy seguro de que pronto podrá hacerse con agua de boca, que es el futuro.

Últimamente se han puesto en marcha varias iniciativas de colaboración público-privada en sectores estratégicos, como es el caso de Aigües de Barcelona. ¿Qué ventajas aporta este modelo?

El agua es un bien común. El agua es de todos. No obstante, debemos captarla, tratarla y distribuirla. En definitiva, debemos administrarla, tenemos que hacer que el sistema funcione, y debemos mantenerlo, y todo eso tiene un coste, asociado a la gestión del agua. Después la gestión puede ser pública o privada, pero el coste de la misma no desaparece. En este caso, una empresa como Aigües de Barcelona es puntera, aportando conocimiento, investigación y cultura del agua, no solo la gestión. Aigües de Barcelona, una compañía con más de 150 años de historia, atesora un conocimiento que revierte en el bien común.

¿Qué retos afronta el Col·legi d’Enginyers de Camins?

El humanismo forma parte de nuestro ADN. Nuestro reto es mantenernos siempre al servicio de la sociedad. Mejorar la calidad de vida de las personas y del planeta, y la economía del país. Somos casi 3.000 colegiados, que operamos en 50 países del mundo y con solo un 1,7% de paro. Formamos una gran familia, con una clara vocación de acercarnos a los jóvenes ingenieros e ingenieras.