pROcesos y materiales las autoridades han establecido directrices que instan a reforzar la ventilación nicas, que se encuentran en suspensión en el aire y cuyo tamaño oscila entre 0,005 y 100 µm. Su composición es muy variada: desde sulfatos, nitrato, amoniaco, etc., y producen reacciones químicas en el aire, además de ser vehículo de transporte aéreo para todo tipo de agentes químicos y biológicos. Las de mayor tamaño precipitan a las superficies hori-zontales, mientras que las más pequeñas pueden perma-necer suspendidas en el aire desde algunas horas hasta varios días. Las partículas de tamaño máximo 10 µm (PM10) se depositan en las vías respiratorias superiores (nariz) y en tráquea y bronquios, mientras que las de me-nor tamaño son más nocivas, ya que pueden alcanzar los bronquiolos y alvéolos pulmonares. Se combaten con filtración (efectiva para eliminar lí-quidos o sólidos en suspensión, pero no elimina gases ni vapores), precipitación electrostática (solución efectiva, pero cara), generación de iones negativos (ionización), adsorción de gases (carbono activado) y ozonización (efectivo en concentraciones elevadas, perjudiciales para la salud). Los compuestos orgánicos volátiles (COV) son grupos de compuestos pertenecientes a distintas familias quími-cas (alcoholes, aldehídos, cetonas, éteres de glicol…), que tienen en común su base química de carbono y la caracte-rística de ser fácilmente volátiles en el aire a temperatura ambiente. Los efectos que ocasionan van desde simples molestias (olfativas, dolores de cabeza, náuseas, vómitos, irritaciones en la piel y mucosas) hasta otras afecciones cancerígenas y mutagénicas. Protocolos y toma de decisiones. Debido a la pande-mia, tenemos al alcance de la mano la tecnología que pro-porciona información en tiempo real de los parámetros de la calidad de aire interior, mediante dispositivos que monitorizan todos estos parámetros. Esta valiosa infor-mación nos permite tomar acciones objetivas sobre la calefacción, ventilación y aire acondicionado (HVAC), ya sea de forma manual (señalización luminosa o acústica cuando es preciso ventilar) o automática, mediante inte-gración en el sistema de gestión del edificio (BMS). Para este último caso, es determinante que los detectores dis-pongan de módulo de comunicación, siendo el más exten-dido el protocolo Modbus (protocolo de comunicaciones situado en los niveles 1, 2 y 7 del Modelo OSI, basado en la arquitectura maestro/esclavo o cliente/servidor). Cuando se exceden los umbrales de los niveles reco-mendados, se aumenta el aporte de aire exterior, que puede ser filtrado y tratado mediante recuperadores de calor que permiten regular la temperatura y humedad relativa, a la vez que ahorran energía de calefacción o aire acondicionado. En definitiva, estos dispositivos debidamente gestio-nados por especialistas suponen un efectivo equipo de protección colectiva, que se amortiza rápidamente por la vía del ahorro energético, y que nos permite gestionar la vuelta segura al trabajo adecuando, en cada caso, tanto los aforos como los tiempos máximos de permanencia en espacios comunes. En la medida en la que centros de pública concurrencia incorporen este tipo de soluciones, se contribuirá a reducir la huella de carbono y al cum-plimiento de la Agenda 2030. Si tenemos en cuenta que la ventilación / climatización / calefacción representa alrededor del 66% del gasto energético, la contribución puede ser decisiva no solo para este fin, sino también para cumplir con varios de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) impulsados por las Naciones Unidas. •