Archivo Histórico Ferroviario del Museo del Ferrocarril de Madrid / Justo Arenillas Melendo El barrio de Poblenou, en Barcelona, siempre se manifestó orgulloso de mirar al mar cada día. Lo que durante siglos fue una zona de marismas y lagunas, a lo largo del siglo XX se consolidó como un barrio obrero e industrial donde residían miles de familias que iban a trabajar a otras zonas de la ciudad o a localidades cercanas. En los años sesenta vivió una desindustrialización que cambió el paisaje y lo aisló de los fastos arquitectónicos que la Ciudad Condal ya empezaba a vislumbrar. Pero el tren siempre estuvo allí, como testigo de sus cambios y también de su evolución como barrio que ha hecho de su idiosincrasia trabajadora su punta de lanza. En los años setenta, muchos eran los vecinos que iban hasta su estación para ver cómo cambiaba el ancho de las vías para el nuevo modelo de tren que les llevaría a Sant Adrià del Besòs. El Talgo III RD era un convoy más largo, entre 12 y 20 coches, con dos generadores a ambos extremos. La modernidad paraba temporalmente en Poblenou en esta década. La estación de tren cerró en 1989, no llegó a ver el cambio que viviría el barrio con los Juegos Olímpicos de 1992, pero el espíritu de sus vecinos permanece fiel a sus orígenes marineros.